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miércoles, 26 de octubre de 2011

LA TRISTEZA

VISTO EN: ECCE CHRISTIANUS


Dice san Pablo: “La tristeza que es según Dios obra la penitencia para la salvación; la tristeza del mundo obra la muerte.” Luego la tristeza puede ser buena o mala, según sean los diversos frutos que causa en nosotros. Es cierto que son más los frutos malos que los buenos, porque los buenos sólo son dos: misericordia y penitencia, y los malos, en cambio, son seis: angustia, pereza, indignación, celos, envidia e impaciencia; lo cual hace decir al Sabio: “La tristeza es la muerte de muchos y, en ella no hay provecho alguno”, porque por dos buenos riachuelos que manan de la fuente de la tristeza, hay seis que son muy malos.
El enemigo se vale de la tristeza para ocasionar tentaciones a los buenos; porque así como procura que los malos se alegren en sus pecados, así también procura que los buenos se entristezcan en sus buenas obras; y así como no puede inducir al mal si no es haciéndolo agradable, de la misma manera no puede apartar del bien si no es haciéndolo desagradable. El maligno se complace en la tristeza y en la melancolía, porque él está triste y melancólico, y lo estará eternamente; por lo que quiere que todos estén como él.
La tristeza mala perturba el alma, la inquieta, infunde temores excesivos, hace perder el gusto por la oración, adormece y agota el cerebro, priva al alma del consejo, de la resolución, del juicio, del valor y abate las fuerzas; en una palabra, es como un invierno crudo que priva a la tierra de toda su belleza y acobarda a los animales, porque quita toda suavidad al alma y la paraliza y hace impotente en todas sus facultades.
Filotea, si alguna vez te acontece que te sientes atacada de esta tristeza, practica los siguientes remedios: “Si alguno está triste -dice Santiago-, que ore”: la oración es el más excelente remedio, porque eleva el espíritu a Dios, que es nuestro único gozo y consuelo. Mas, al orar, hemos de excitar afectos y pronunciar palabras, ya interiores ya exteriores, que muevan a la confianza y al amor de Dios, como: “¡Oh Dios de misericordia! ¡Dios mío bondadosísimo! ¡Salvador de bondad! ¡Dios de mi corazón! ¡Mi gozo, mi esperanza, mi amado esposo, bienamado de mi alma!”, y otras semejantes.
Esfuérzate en contrariar vivamente las inclinaciones de la tristeza, y aunque te parezca que en este estado todo lo haces con frialdad, pena y cansancio, no dejes, empero, de hacerlo; porque el enemigo, que pretende hacernos aflojar en nuestras buenas obras mediante la tristeza, al ver que a pesar de ella no dejamos de hacerlas, y que haciéndolas con resistencia tienen más valor, cesa entonces de afligirnos.
Canta himnos espirituales, porque el maligno ha desistido, a veces, de sus ataques merced a este medio, como lo atestigua el espíritu que asaltaba o se apoderaba de Saúl, cuya vehemencia cedía ante la salmodia.
Es muy buena cosa ocuparse en obras exteriores, y variarlas cuanto sea posible, para distraer el alma del objeto triste, purificar y enfervorizar el corazón, pues la tristeza es una pasión de suyo fría y árida.
Haz actos exteriores de fervor, aunque sea sin gusto, como abrazar el crucifijo, estrecharlo contra el pecho, besarle las manos y los pies, levantar los ojos al cielo, elevar la voz hacía Dios con palabras de amor y de confianza, como éstas: “Mi amado para mí y yo para Él. Como manojito de mirra es mi Amado para mí. Él reposará sobre mi pecho. Mis ojos se derriten por Ti, ¡oh Dios mío!, diciendo: ¿Cuándo me consolarás? ¡Oh Jesús! Seas para mí Jesús; viva Jesús, y vivirá mi alma. ¿Quién me separará del amor de mi Dios?”, y otras semejantes.
La disciplina moderada es buen remedio contra la tristeza, porque esta voluntaria aflicción exterior impetra el consuelo interior, y el alma al sentir los dolores de fuera, se distrae de los de dentro. La frecuencia de la Sagrada Comunión es excelente, porque este pan celestial robustece el corazón y regocija el espíritu.
Descubre todos los sentimientos, afectos y sugestiones que nacen de la tristeza a tu director y a tu confesor, con humildad y fidelidad; busca el trato de personas espirituales, y conversa con ellas, cuanto puedas, durante este tiempo. Y principalmente, resígnate en las manos de Dios, disponiéndote a padecer esta enojosa tristeza con paciencia, como un justo castigo a tus vanas alegrías, y no dudes que Dios, después de haberte probado, te librará de este mal.

SANTORAL 26 DE OCTUBRE



26 de octubre 

SAN EVARISTO,*
Papa Mártir
Cuando hubiereis hecho todo lo que
se os ha mandado, decid:
Siervos inútiles somos;
lo que hemos debido hacer, eso hicimos.
(Lucas. 17. 10).


   San Evaristo, cuarto sucesor de San Pedro, gobernó la Iglesia durante cerca de ocho años. Se refiere que era hijo de un judío de Belén. Murió hacia el año 107 y recibió sepultura en el Vaticano. junto a San Pedro.

MEDITACIÓN
EL CRISTIANO DE NADA
DEBE ENVANECERSE

   I. No te gloríes ni de las riquezas ni de los honores, porque ellos no te hacen más virtuoso y con mucha frecuencia contribuyen a hacerte más malo. No te enorgullezcas de tus cualidades naturales, de tu nobleza, de tu belleza, de tu inteligencia. ¿Qué tienes tú que no hayas recibido de Dios y sin mérito alguno de tu parte? La muerte te arrebatará todos esos bienes; no mirará Dios sino las buenas obras que hayas practicado, y el buen uso que hayas hecho de los talentos que Él te ha deparado.

   II. Ninguna razón tienes para estar orgulloso de tu ciencia. ¿Qué sabrías tú si Dios no te hubiese dado la inteligencia? Mucho aprendiste con tus trabajos y vigilias; sabe sin embargo que ignoras infinitamente más de lo que sabes, y humíllate: ¡el menor de los demonios es más sabio que tú! La más hermosa de todas las ciencias es el conocimiento de tu nada. La humildad es la fuente y el principio de la filosofía más sublime. (San Crisóstomo).

   III. Guárdate de enorgullecerte de las gracias que hayas recibido, o de las virtudes que hayas adquirido. El que se gloría de su virtud no es virtuoso, pues la humildad es el fundamento de todas las virtudes. Imita pues a los santos, no para atraerte alabanzas, sino para cumplir tu deber. En fin, conoce tu bajeza, tu malicia y tus pecados, y serás humilde. Toda la humildad consiste en conocerse a sí mismo. (San Agustín).

La humildad
Orad por  el
 Colegio.

ORACIÓN
   Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño y guardadlo con protección constante por vuestro bienaventurado mártir y Soberano pontífice Evaristo, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia. por J. C. N. S. Amén.