Este es un sitio para católicos tradicionales, con contenidos de teología, meditaciones, santoral y algunas noticias de actualidad.

viernes, 30 de septiembre de 2011

LA GESTA DE LOS MARTIRES V.b

En el año 177, en Lyon


CARTA DE FRANCIA


LOS MÁRTIRES DE LYON
 (SEGUNDA PARTE)
Para ver la PRIMERA PARTE. AQUÍ



***
San Fotino, obispo de Lyon

El bienaventurado Fotino, a la sazón obispo de Lyon, tenía más de noventa años de edad. De salud muy quebrantada, apenas si podía respirar, tan consumido estaba su cuerpo. Mas el ardor del espíritu le devolvió las fuerzas, pues deseaba el martirio. Le arrastraron a él también al tribunal, con el cuerpo quebrantado por la vejez y la enfermedad, mas con el alma intacta. Por ella debía triunfar Cristo. Fotino fue llevado al tribunal por los soldados. Los magistrados de la ciudad lo acompañaban así como toda una muchedumbre, que profería contra él clamores de todo género, como si hubiese sido Cristo en persona. Su testimonio de fe fue espléndido. El gobernador le preguntó cuál era el Dios de los cristianos. «Si sois digno de Él −dijo− lo sabréis». Le arrastraron entonces con brutalidad y le maltrataron muchísimo. Los que estaban más cerca de él le daban puntapiés o puñetazos, sin respeto siquiera a su edad avanzada. Los que estaban más lejos de él le arrojaban todo cuanto estaba al alcance de sus manos. Cada uno hubiera creído cometer un pecado grave y una impiedad, al no ultrajarle. Pues se figuraban vengar de ese modo a sus dioses. El mártir respiraba apenas cuando lo arrojaron a la cárcel. Murió en ella dos días después. Se realizaron entonces los grandiosos designios de Dios, y los hombres conocieron la misericordia infinita de Jesús. Nuestra comunidad de fieles ha visto raras veces semejante triunfo, mas él era muy según el espíritu de Cristo.

He aquí:


Los mártires, los apóstatas

Los que habían renegado su fe no bien los prendieron, no por eso dejaban de estar detenidos junto con los mártires y compartían sus sufrimientos, pues en la circunstancia la apostasía no podía salvarlos. Los verdaderos confesores de la fe estaban encarcelados como cristianos sin que se les hiciere otra acusación principal; los renegados eran encarcelados por homicidas e impúdicos. Su castigo era dos veces más duro que el de sus compañeros. Éstos, en efecto, hallaban confortación en la alegría del martirio, en la esperanza de las promesas, en el amor de Cristo y en el espíritu del Padre. Los apóstatas, en cambio, estaban atormentados por los remordimientos hasta el punto de que, al pasar entre los demás, se les reconocía, sólo al verles. Los confesores caminaban llenos de alegría, el rostro resplandeciente de gloria y de gracia. Sus mismas cadenas se transformaban en un noble atavío, así como los flecos bordados de oro en el vestido de una novia. Esparcían el buen olor de Cristo tan bien que muchos se preguntaban si no se habían perfumado. Los apóstatas pasaban, los ojos bajos, humillados, repugnantes y feos. Más aún, los mismos paganos los insultaban y los llamaban pillos y cobardes. Se les acusaba de homicidio y habían perdido aún el nombre que constituía su honra, su gloria y su vida. Ese espectáculo afirmó a los demás y los que prendían aún confesaban la fe sin vacilación, sin pensar más en un cálculo diabólico.


Los atletas de Cristo

Luego de tantos sufrimientos su martirio final presenta una variedad muy hermosa. Con flores de todas las especies y de todos los colores, tejieron una corona y la ofrecieron al Padre. En recompensa, los valientes atletas, vencedores en innumerables combates, bien merecían la magnífica corona de la inmortalidad.

Entonces, Maturo, Sancio, Blandina y Atalo, fueron conducidos a las fieras en el anfiteatro, para solazar los ojos de los desalmados paganos. Era un día de combates contra las fieras, que se ofrecía expresamente con motivo de los nuestros.

Maturo y Sancio soportaron nuevamente en el anfiteatro toda clase de tormentos hasta el punto de creerse que jamás los habían torturado antes. Mas ellos eran más bien atletas, ya vencedores del adversario en varias luchas, que libraban entonces el combate decisivo por la corona misma. Hubo todavía azotes, según las costumbres del país, heridas ocasionadas por las fieras y todo cuanto el pueblo delirante reclamaba a voces por todos lados; finalmente, la parrilla en la que los cuerpos al asarse exhalaban un olor de grasa. Mas los paganos no estaban saciados. Redoblaban su rabia contra los mártires; querían vencer su resistencia.

A pesar de todo, nada pudieron conseguir de Sancio, sino la confesión de fe que repetía desde el principio. Para terminar, ya que la vida de los mártires resistía aun después de semejante lucha, los degollaron. Ese día, mártires ofrecidos como espectáculo al mundo bastaron para reemplazar los duelos de gladiadores y sus peripecias.

Blandina, colgada de un poste debía servir de presa a las fieras desenfrenadas. Al verla así, como crucificada y orando en alta voz, los combatientes se sentían más valerosos. En plena lucha miraban a su hermana y creían ver en ella, con los ojos del cuerpo, a Cristo crucificado por ellos, con el fin de asegurar a los creyentes que los que sufren por su gloria vivirán para siempre con el Dios viviente.

SANTORAL 30 DE SEPTIEMBRE





30 de septiembre

 

SAN JERÓNIMO, 
Presbítero Doctor
Del mismo modo que fuimos aprobados de Dios
para que se nos confiase su Evangelio, 

así hablamos, no para agradar a los hombres, 
sino a Dios, que sondea nuestros corazones.(1 Tesalonicenses, 2, 4).


   La vida de San Jerónimo, hombre rico de Panonia que se hizo bautizar en Roma y fue ordenado sacerdote en Antioquía, no es sino una serie ininterrumpida de trabajos emprendidos por la gloria de Dios. Secretario del Papa San Dámaso, enseñó Sagrada Escritura y dio de ella, en latín, su famosa traducción conocida con el nombre deVulgata, que aprobó el Concilio de Trento. Fue también el azote de las herejías. Su austeridad, sus continuos ayunos y su celo por la conversión de las almas, nos enseñan la virtud y el Evangelio más elocuentemente aun que sus palabras. Murió en el año 420, cerca de los 80 años de edad.
MEDITACIÓN
SOBRE SAN JERÓNIMO
   I. Este santo Doctor abandonó la lectura de los autores profanos, por quienes tenia una especie de pasión, a fin de entregarse de lleno al estudio de los Libros santos. ¿Hasta cuándo perseguirás en tus estudios sólo tu agrado y tu interés? Mira hacia dónde tienden tus vigilias y tus trabajos, y trata de santificarlos mediante la rectitud de tus intenciones. Acuérdate siempre que hay que atribuir a la virtud más valor que a la 
ciencia. Ama la ciencia, pero prefiere a ella la caridad. (San Agustín)
  
 II. San Jerónimo dejó la Ciudad eterna, en la que era colmado de honores, y fue a buscar, en la soledad de Belén, un refugio contra los peligros del mundo. Examina las ocasiones que tienes de ofender a Dios, y abandónalas. En el desierto es donde Jesucristo y un gran número de santos después de Él triunfaron de sus ataques. La gloria del desierto es triunfar del demonio que venció a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal. (San Euquerio).

   III. El pensamiento del juicio fue lo que movió a este gran santo a retirarse a la soledad y a imponerse las más rudas mortificaciones. Es menester que el sonido de aquélla trompeta terrible que deberá citarte ante el tribunal de Dios resuene continuamente en tus oídos. ¿Estás pronto a dar cuenta de tu vida? Piensa en ello a toda hora durante el día, tiembla, como lo hacía este santo; abandona los placeres y abraza la cruz. Cuando el sonido de la trompeta haga temblar la tierra y a los que la habitan, tú estarás gozoso. (San Jerónimo).

El pensamiento del juicio
Orad por la educación 

cristiana de la juventud.

ORACIÓN
    Oh Dios, que os dignasteis conceder a la Iglesia un admirable intérprete de las Sagradas Escrituras en la persona de vuestro confesor San Jerónimo, ayudadnos, en consideración de sus méritos, a llevar a la práctica la que enseñó con su palabra y sus actos. Por J. C. N. S. Amén.